9.11.22

If I can't have love


Por algún motivo hoy mis ojos ven su figura más claramente que de costumbre, aun sin lentes. Se acerca a mí arrastrando los pies por la arena con el rostro envuelto en el pelo negro largo al que me acostumbré a mirar cuando me guiaba por aventuras que no sabía que necesitaba vivir, que no sabía que quería vivir, con ella. A las que me arrastraba cual huracán y nunca supe decir que no para luego terminar enredado en su risita frenética y su pelo lacio. Probablemente haya un hechizo en él que nunca logre descifrar.

Cuando llega a mí la tomo por la cintura y beso su frente como cada mañana. Algo se siente diferente. Una ráfaga de frío recorre mi espalda al tocar la piel expuesta entre la pretina de su falda y el pequeño top crema. Siento sus finos vellos erizarse ante la presencia de mis dedos.

Tomo su mejilla y aparto sus cabellos buscando su mirada, en busca de una respuesta a esta sensación de vacío que de pronto me invade. Cuando la miro el universo desaparece en sus ojos de obsidiana. Me pierdo en su infinita oscuridad y olvido lo que iba a preguntarle. "Debo irme", me dice, entre pestañas. No comprendo el significado de las palabras que salen de su boca. Examino su expresión: tiene el rostro afligido, las manchas oscuras bajo sus ojos delatan que no ha dormido bien. Dentro de mi cabeza todo cobra sentido y asiento con tristeza.

Estiro mis brazos y me aferro a su cintura por última vez en un vano intento por retenerla. Entierro mi nariz entre las negras hebras de su cabello buscando perpetuar su olor a café en mí. No puede quedarse conmigo. Yo lo sé, ella lo sabe. Juraría que puede verse como pedazos de mi alma se desgarran y quedan prendados de su falda cuando se separa de mí y suelta mis manos. Mi corazón quiere suplicarle que no me deje pero mi orgullo no me lo permite. Intento decir algo, busco en mi cabeza algún argumento válido que la convenza, sin éxito. Ya todo lo hemos dicho. Se aleja, pero da la vuelta para dedicarme un par de lágrimas que tímidamente reflejan la luz por una fracción de segundo.

I always felt broken on the inside, today I really am.



29.4.14

El vaso medio tú

Javier se levanta en la mañana y lo primero que hace es lavarse la cara. Medio vaso de jugo descansa sobre la mesa de su cocina. Anoche lo llenó pero el cansancio del día no le permitió terminarlo y a penas pudo llegar a su cuarto para desplomarse sobre la cama y quedar profundamente dormido casi de inmediato.
La primera alarma no logró despertarlo y la segunda solo le deja tiempo suficiente para tomar una ducha rápida y salir casi corriendo al trabajo, en el cual no le pagan mucho pero que le brinda la experiencia suficiente para poder postular a uno mejor cuando termine la maestría que, con suerte, será en un par de meses. El sacrificio es grande. Debe salir del trabajo lo más rápido posible para llegar a clase y luchar con el sueño mientras escucha lo que este le permita. Los días se han vuelto muy monótonos ya que su vida se ha reducido al trabajo, la universidad, un par de programas de televisión los fines de semana, mantener el orden en el mini departamento que ajustadamente puede pagar y leer uno que otro libro durante sus viajes en el bus. Adora escribir pero difícilmente tiene tiempo de terminar un cuento, de esos que escribía por montones cuando estaba en pregrado. Lo empieza, y cuando intenta retomarlo simplemente no le gusta lo que había escrito o no recuerda la intención que tenía al empezar a escribirlo. Menos aún tiene tiempo para estar pensando en vasos de jugo helado que descansan sobre la mesa de su cocina.
Pero es ese vaso el que lo recibirá en casa, y es en ese vaso en el que resumirá su día. Dependiendo de cómo le haya ido, ese vaso será lo  suficientemente bueno como para calmar o no su sed: lo verá medio lleno o medio vacío.
Él trata de ver el lado positivo y de aprovechar todas las oportunidades que se le presentan, pero tal vez ese no sea el caso hoy. Hoy se levantó tarde, y con el apuro, olvidó un informe que le había tomado todo el fin de semana hacer, así que tuvo que quedarse un poco más para terminarlo y se le hizo tarde para la universidad. Sabía lo estricto que era su maestro, por lo tanto decidió tomar un taxi, solo para darse con la sorpresa que el profesor se había reportado enfermo y no llegaría.
De vuelta en casa, abre la puerta, frustrado, camina hacia la cocina y se encuentra con nuestro vaso. A pesar del día terrible, le da una oportunidad y decide tomarlo. Pero el vaso no sabe nada sobre el mal día que ha tenido Javier y hace media hora que le dio posada a una mosca que por ahí pasaba.

26.2.14

Katherine


Desde los pies que alguna vez adoró por ser tan suaves y perfectos, hasta el cabello que solía peinar con los dedos. Todo. Todo lo que la hizo la mujer que es hoy, le parece abominable. Odia la mirada profunda que hace a los hombres perder la cabeza, odia las manos frías y suaves que alguna vez condujeron a muchos a universos en los que la soledad estaba extinta; odia los labios que tantos halagos recibieron algún día y odia las caderas que alguna vez definieron los sinuosos ritmos de sus vidas.

Odia tanto su pasado. Odia lo que podría ser su futuro. Odia incluso lo que su pasado le ha hecho a su presente y lo que éste le está haciendo a su futuro. Tan llena de odio que ya olvidó lo que es amar. Tan llena de odio que ya ni recuerda por qué odia tanto.

Ya no recuerda el día que su vida oscureció y la llevó al punto en el que está ahora pero aún lo odia, porque de no hacerlo nada tendría sentido. Necesita odiar para mantener la cordura. Entre sus tacones altos y sus medias viejas, espera aún conservar su cordura.



17.4.13

Cenantes.


"Siento que el corazón es una cosa enorme que empieza en la garganta y termina en el estómago". Eso. Eso me pasa. Duele saber que no estás, una vez más. Me siento terriblemente sola, aún cuando puedo verte.

Ahora eres ciego, ahora eres sordo. Ahora solo hablamos de cosas estúpidas y te niegas a escucharme cuando te digo que te quiero. Y en mi cabeza la niña malvada comienza a cantar: ¡Ya no te quiere! ¡Ya no te recuerda! ¡Ya no te escucha! ¡Ya no te ve!

Y adoraría que todo eso fuese una vil mentira, uno más de sus ardides para hacerme sufrir. Pero aunque tenía la esperanza de que algo de eternidad se escondiese en ti, las cosas han cambiado y cada día se me hace más difícil ver tus ojos, cada día me cuesta más ver amor en ti.

“19 de noviembre de 2003. Otra vez cenamos en un restaurante,
somos como esas pobres parejas que dan pena en los restaurantes.
Somos muertos cenantes. No soporto ser una pareja
de la que se podría pensar eso."
-The eternal sunshine of the spotless mind

Y no, yo tampoco soporto ser una pareja de la que se podría pensar eso.




21.1.13

Soledad Brown

Nunca me dijo su verdadero nombre, o al menos no le creí cuando me lo dijo porque, bueno, no es fácil creerle a una mujer que encuentras recostada en la banca de un parque frente a la playa, completamente sola y vestida de negro de pies a cabeza; menudo contraste el que hacía con sus celestes ojos de niña y su cabello rojo como la sangre.

Me pidió un cigarrillo. Tomé uno de la cajetilla que, en esa época, solía tener en el bolsillo derecho de mi abrigo. Lo encendí y se lo di. Sonrió al verme sentada al pie de su impovisado lecho.

- Ustedes los humanos son muy complicados. Buscan recibir amor pero nunca tienen el valor suficiente para ofrecerlo. - me dijo sin siquiera preguntar mi nombre ni apartar la vista del horizonte
- Supongo que solo es cuestión de encontrar a alguien que tenga el coraje suficiente para ofrecerlo y ser capaz de aceptarlo.
- ¿En realidad crees que exista alguien así? - preguntó mientras se acurrucaba un poco más a causa de la brisa de la tarde y el frío que esta le provocaba.
- Eso espero, de lo contrario estamos condenados todos a la soledad, Soledad.

Sonrió de nuevo mientras dejaba escapar una gran nube de humo de su boca. Nos quedamos en silencio por unos minutos oyendo a las olas romper. Ambas teníamos el corazón roto y se podía decir por nuestros ojos viejos infantiles, tan secos y cansados de llorar.

Se puso de pie y agradeció por el cigarro. Dio un par de pasos antes de volverse hacia mí y decir:
- Tú pareces valiente.
- Tal vez, pero no lo suficiente - respondí
Intercambiamos sonrisas y se alejó mientras yo observaba mi aliento dibujarse en el aire frío.

Solo deseo que haya encontrado a su humano valiente.