21.1.13

Soledad Brown

Nunca me dijo su verdadero nombre, o al menos no le creí cuando me lo dijo porque, bueno, no es fácil creerle a una mujer que encuentras recostada en la banca de un parque frente a la playa, completamente sola y vestida de negro de pies a cabeza; menudo contraste el que hacía con sus celestes ojos de niña y su cabello rojo como la sangre.

Me pidió un cigarrillo. Tomé uno de la cajetilla que, en esa época, solía tener en el bolsillo derecho de mi abrigo. Lo encendí y se lo di. Sonrió al verme sentada al pie de su impovisado lecho.

- Ustedes los humanos son muy complicados. Buscan recibir amor pero nunca tienen el valor suficiente para ofrecerlo. - me dijo sin siquiera preguntar mi nombre ni apartar la vista del horizonte
- Supongo que solo es cuestión de encontrar a alguien que tenga el coraje suficiente para ofrecerlo y ser capaz de aceptarlo.
- ¿En realidad crees que exista alguien así? - preguntó mientras se acurrucaba un poco más a causa de la brisa de la tarde y el frío que esta le provocaba.
- Eso espero, de lo contrario estamos condenados todos a la soledad, Soledad.

Sonrió de nuevo mientras dejaba escapar una gran nube de humo de su boca. Nos quedamos en silencio por unos minutos oyendo a las olas romper. Ambas teníamos el corazón roto y se podía decir por nuestros ojos viejos infantiles, tan secos y cansados de llorar.

Se puso de pie y agradeció por el cigarro. Dio un par de pasos antes de volverse hacia mí y decir:
- Tú pareces valiente.
- Tal vez, pero no lo suficiente - respondí
Intercambiamos sonrisas y se alejó mientras yo observaba mi aliento dibujarse en el aire frío.

Solo deseo que haya encontrado a su humano valiente.

20.1.13

She is always on my mind.

Caminaba por la acera con las manos en los bolsillos. Había mucha gente y al pasar entre ella se sentía en un video de The Verve por lo mucho que se tropezaba con las personas y lo poco que le importaba.

No solía salir a la calle a esa hora, ya que el sol estaba muy alto y ella detestaba eso. Detestaba el verano, la ponía de mal humor. Suelen decir que el verano llena a las personas de energía y felicidad, y que el invierno las hace sentir tristes y nostálgicas; con ella era al revés. El verano la aturdía. Tanto calor la hacía buscar el equilibrio, y para esto necesitaba conviertir su ánimo en el de alguien horrible y frío.

Y era aquella la época en que afloraban sus miedos, sus dudas, su eterno sufrimiento. Aquella en que se le hacía difícil dibujar una sonrisa, sobre todo una sincera. Pero hoy había decidido salir a la calle, con fin de despejarse un poco y alejar aquello que no había dejado su mente durante los últimos 4 días. Podía sentir cómo los rayos del sol tocaban su piel con una fuerza algo violenta y algo dulce a la vez; imaginaba que eran como él: ni muy malo ni muy bueno, tan Rosenvinge, tan punto medio.

Estaba enamorada, eso era un hecho, pero también cansada. Cansada de dudar, de pensar que cuando él respondía sus "Te quiero" lo hacía de manera automática y sin pensar antes de hacerlo; cansada del miedo de no volver a ver aquel amor que iluminaba sus dulces ojos café.

Necesitaba creer en él una vez más. Necesitaba saber que podría sostener su mano cuando necesite ayuda, pero sobre todo que estaría dispuesto a retener su brazo cuando empiece a desvariar y que la haría entrar en razón cuando fuese necesario.

Necesitaba que él creyese en ella, pero sobre todo, que creyese en sí mismo.

- ¿Qué es el amor? - le preguntó
- Baby, don't hurt me, don't hurt me..
- No seas tonto, te lo pregunto en serio.
- No lo sé. ¿Tú sabes?
- No, por eso te pregunto.
Se quedó callado por unos segundos.
- Creo que es cuando uno es capaz de morir por alguien.
- ¿Tú morirías por alguien? - le preguntó dudosa.
- No sé.
- ¿Entonces no sabes si amas a alguien?
- ¿Quién podría estar seguro?
- No sé, supongo que es una de esas cosas que se saben cuando se sienten.
- Debe de ser.
- ¿Por qué siempre dices eso?
- ¿El qué?
- "Debe de ser", "tienes razón", "claro".
- Porque creo que eso es el amor: Sonreír y tragarse las penas del otro.
- Odio que seas tan bueno. Eso simplemente no puede ser real.
- Es porque no lo soy, bonita. Yo no soy real.

Y se descubre en el carro, de vuelta a casa, apoyada en el hombro de un extraño y gordo hombre.

- ¿Ya pasamos la Av. Universitaria? - le pregunta el hombre de bigote de brocha.
Algo avergonzada, mira a través de la ventana y trata de ubicarse espacialmente.
- Es en el siguiente paradero - le responde.
El hombre le agradece, saca una pequeña caja de bombones y le entrega uno, con una sonrisa que queda perfectamente adornada por su oscuro bigote.
- "Tan perfecto"- susurra mientras el hombre se aleja. - "Tan perfecto".