24.7.11

En honor a Eddie Trías

Estos días he tenido un cansancio mental indescriptible. La vida universitaria me ha absorbido como nunca antes nada lo había hecho. No, no me estoy quejando. Me encanta este desorden, esta presión, estas ganas de mandar al mundo a la mierda y estos nervios que parecen que me van a matar. Es sólo que el tener tantas cosas que hacer me ha quitado el tiempo para pensar en algo coherente para escribir. Hace ya tres días que terminé el ciclo y aún sigo cansada, ¿pueden creerlo? A demás no tengo ganas de hablar de mis conflictos existenciales. Creo que eso lo haré en una próxima entrada.
Es por eso que debo aclarar que esta carta no es mía. Una vez leí en una novela “...supongo que antes de escribir una buena historia primero  tendré  que  quemar  muchas  experiencias,  emborracharme, tirarme a mil tías, cometer un asesinato, qué sé yo... - ¿...Y qué pasaría si no te apetece emborracharte… y si no puedes tirarte a mil tías y tampoco te atreves a cometer un asesinato? - Entonces, no tendré más remedio que matar a alguien, o robar una historia...”
Así que me siento en el completo de derecho de robar esta historia y plasmarla en una carta que nunca fue escrita y seguramente nunca lo será.
PD: Entenderán que al tratarse de un relato literario tiene partes reales y partes inventadas, ya sea para bien o para mal.

Hace ya mucho tiempo que estamos lejos el uno del otro. No estamos enamorados. Nos hemos acostumbrado a esta relación. No tiene altos ni bajos. Ya no es buena ni es mala. Ahora sólo es. Estás siempre tan presente que no puedo extrañarte. Me aburro. Sabes cómo soy. A veces me levanto con una idea y no puedo acostarme sin llevarla a cabo. Pues bien, hoy me levanté con la idea de que tengo que terminar contigo.
No imagino mi futuro como el de las demás personas. No me imagino casada y con hijos. Sueño con una vida llena de excesos. Sueño con ser alguien tan libre como el viento. Con no tener que volver al mismo lugar nunca. Y te has vuelto el peso que no me deja alzar vuelo y me ata a tierra firme.
Y es aquí donde entra mi crisis existencial. Porque te extraño y me gusta hacerlo. Te quiero, te sigo queriendo. Y hasta podría decirse que hoy te quiero más que de costumbre. Entonces, si termino contigo no es porque ya no te quiera, sino porque me gusta terminar. Sé que puede sonar un poco sádico, pero es así. Me gusta hacerte sufrir. Me gusta hacerme. Me gusta ponerme melancólica. Me gusta extrañarte. Me gusta escuchar canciones tristes. Me gusta escribirte cartas que sé que nunca te enviaré. Me gusta recordar los buenos momentos. Me gusta ver tus fotos y sentir que me haces falta. Me gusta pensar en la posibilidad de que puedo ya no tenerte y sentirme mal por eso. Me gusta ser inestable.
Entonces, si me gusta extrañarte, quererte, recordarte y sufrirte, ¿está tan mal que termine contigo? No lo creo. Cada una de las razones que he encontrado por las cuales debo terminar contigo tan sólo no tendrían sentido si no te quisiera.
Así que no pienses que no te quiero porque no es verdad. Terminar contigo es la prueba de que te quiero. Así podré seguir escribiendo nuestros recuerdos, podré soñarte y arrepentirme por dejarte ir. Y si de verdad me quieres sigue como hasta ahora, atándome a tierra firme para que no me vaya volando lejos de ti.

PD de PD: Me siento en la obligación de advertir que "...cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia."

9.7.11

M.A.H.

Son las 8:32 am y ya estoy en el carro. Si no fuese por ella y porque se va en dos días, no habría encontrado la fuerza de voluntad necesaria levantarme temprano un sábado en que mi mamá no me obliga a ir a la iglesia ni tengo clases en la universidad. No haría un viaje de aproximadamente hora y media hasta el Starbucks del óvalo Gutiérrez en Miraflores si la mesa con cuadritos que parece un tablero de ajedrez no se hubiese vuelto parte de esa especie de ritual que comenzamos hace ya varios años, cuando decidimos desviarnos del camino a la iglesia.

Porque ha pasado tanto tiempo desde el día en que la conocí, que a veces creo que siempre lo hice. Mis recuerdos más antiguos y vagos la traen a mi mente con uno de esos vestiditos pomposos a partir de la cintura y esos pequeños zapatitos, pero sobre todo, y es algo de lo que no tengo la más mínima duda, con esa sonrisa capaz de iluminarle el día incluso a un condenado a muerte el día de su ejecución.

Y en mi intento por encontrarle un origen al grado de amistad al que hemos llegado, fabriqué un recuerdo en el que ella me preguntaba los nombres de todos los niños de la clase y yo me sentía importante porque podía ayudarla cuando olvidaba el nombre de alguno de ellos aunque tiempo después ella los conociera incluso mejor que yo.

Ella mató mi prejuicio sobre que el rosa sea sinónimo de hueca y me hizo entender que así como hay malos momentos, también los hay buenos y disfrutarlos es lo mejor que podemos hacer. Me demostró que una sonrisa sincera, suministrada permanentemente, puede curar hasta la más profunda de las tristezas del alma y me enseñó que el optimismo no es confiar estúpidamente en que todo irá bien, sino saber que aunque las cosas vayan mal, en algún momento han de cambiar porque no hay mal que dure cien años.

Porque a lo largo de todos estos años hemos madurado juntas. Hemos aprendido y nos hemos enseñado mutuamente. Le ha dado el toque de alegría necesario a mi vida y yo le he servido de pesa cuando estaba tan alegre que bien podía haber salido volando.
Porque aún con todos nuestros miedos y nuestras mentes adolescentes, seguimos siendo el complemento exacto la una de la otra. Porque no sólo tenía los abrazos que necesitaba cuando los necesitaba, sino también las bofetadas necesarias cuando me salía de control.
Ha sabido escucharme y comprender tan bien mi complicada mente que es capaz de completar mis frases y encontrar las palabras que me hacen falta para describir algo. Y hasta me salvó la vida.

A decir verdad, creo que ella desató mi buena suerte, porque fue la primera de la larga lista de buenas personas que he conocido en mi vida. Y si yo fuese hombre o lesbiana, me habría enamorado de ella. Porque sólo a un loco o a alguien malvado podría desagradarle su personalidad.
Es de esas personas que iluminan el lugar con su sonrisa. Y en ese caso es como una lámpara porque siempre anda sonriendo.

Y se va. Sólo por algunos meses, pero se va. Y sé que seguiré contando con ella aunque esté lejos, pero de todas formas extrañaré tenerla a 1937 metros para encontrarnos y tener uno de esos almuerzos anoréxicos que tanto alargábamos sólo para poder conversar.

Por esto y más es mi mejoramigahermana (y que conste que ese término sólo se lo permito a ella).

Te veo en 9 meses, Valdi. (: