9.7.11

M.A.H.

Son las 8:32 am y ya estoy en el carro. Si no fuese por ella y porque se va en dos días, no habría encontrado la fuerza de voluntad necesaria levantarme temprano un sábado en que mi mamá no me obliga a ir a la iglesia ni tengo clases en la universidad. No haría un viaje de aproximadamente hora y media hasta el Starbucks del óvalo Gutiérrez en Miraflores si la mesa con cuadritos que parece un tablero de ajedrez no se hubiese vuelto parte de esa especie de ritual que comenzamos hace ya varios años, cuando decidimos desviarnos del camino a la iglesia.

Porque ha pasado tanto tiempo desde el día en que la conocí, que a veces creo que siempre lo hice. Mis recuerdos más antiguos y vagos la traen a mi mente con uno de esos vestiditos pomposos a partir de la cintura y esos pequeños zapatitos, pero sobre todo, y es algo de lo que no tengo la más mínima duda, con esa sonrisa capaz de iluminarle el día incluso a un condenado a muerte el día de su ejecución.

Y en mi intento por encontrarle un origen al grado de amistad al que hemos llegado, fabriqué un recuerdo en el que ella me preguntaba los nombres de todos los niños de la clase y yo me sentía importante porque podía ayudarla cuando olvidaba el nombre de alguno de ellos aunque tiempo después ella los conociera incluso mejor que yo.

Ella mató mi prejuicio sobre que el rosa sea sinónimo de hueca y me hizo entender que así como hay malos momentos, también los hay buenos y disfrutarlos es lo mejor que podemos hacer. Me demostró que una sonrisa sincera, suministrada permanentemente, puede curar hasta la más profunda de las tristezas del alma y me enseñó que el optimismo no es confiar estúpidamente en que todo irá bien, sino saber que aunque las cosas vayan mal, en algún momento han de cambiar porque no hay mal que dure cien años.

Porque a lo largo de todos estos años hemos madurado juntas. Hemos aprendido y nos hemos enseñado mutuamente. Le ha dado el toque de alegría necesario a mi vida y yo le he servido de pesa cuando estaba tan alegre que bien podía haber salido volando.
Porque aún con todos nuestros miedos y nuestras mentes adolescentes, seguimos siendo el complemento exacto la una de la otra. Porque no sólo tenía los abrazos que necesitaba cuando los necesitaba, sino también las bofetadas necesarias cuando me salía de control.
Ha sabido escucharme y comprender tan bien mi complicada mente que es capaz de completar mis frases y encontrar las palabras que me hacen falta para describir algo. Y hasta me salvó la vida.

A decir verdad, creo que ella desató mi buena suerte, porque fue la primera de la larga lista de buenas personas que he conocido en mi vida. Y si yo fuese hombre o lesbiana, me habría enamorado de ella. Porque sólo a un loco o a alguien malvado podría desagradarle su personalidad.
Es de esas personas que iluminan el lugar con su sonrisa. Y en ese caso es como una lámpara porque siempre anda sonriendo.

Y se va. Sólo por algunos meses, pero se va. Y sé que seguiré contando con ella aunque esté lejos, pero de todas formas extrañaré tenerla a 1937 metros para encontrarnos y tener uno de esos almuerzos anoréxicos que tanto alargábamos sólo para poder conversar.

Por esto y más es mi mejoramigahermana (y que conste que ese término sólo se lo permito a ella).

Te veo en 9 meses, Valdi. (:


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