18.1.12

El Artista II. (Both of them)


Treinta cuadros a su alrededor. Nunca en su vida había estado tan feliz de ver su propio rostro. En una esquina del oscuro recinto está la cama donde yace dormido profundamente. Camina despacio por la habitación, procurando no despertarlo con el sonido de sus pies descalzos al tocar el suelo. Se sienta al lado de su cuerpo semidesnudo; interrumpiendo así, la luz que la ventana sucia frente a la cama dejaba entrar. Lo acaricia con la mirada. Pone su mano derecha sobre su espalda pero sin tocarlo. Su piel estrellada la  hipnotizan por algunos segundos.
Cuando por fin se ha decidido a tocar su piel, él siente el calor de su mano y gira su cuerpo hacia ella. Sus miradas se cruzan por un par de minutos; sus rostros están tan cerca el uno del otro, que ella puede sentir su aire.
Ella:
El corazón se le acelera y sus brazos mueren por rodearlo, mientras sus labios debaten con su cerebro si es propicio o no lanzarse sobre él y bañarlo con sus besos. Siente su mirada pero no está segura. Ya le ha pasado lo mismo varias veces. No sabe qué hacer. Sus ojos se llenan de lágrimas sin que ella se lo proponga. El corazón no deja su ritmo y sus ojos luchan por no dejar a las lágrimas desbordar.
Él:
Tiene los músculos tensos por la rapidez de su reacción. Siente un mareo que no sabe si podrá controlar. En medio de su confusión por la somnolencia que apenas se está quitando, se pregunta si  todo esto no será sólo producto de la botella de vino que rodó bajo su cama antes de quedarse profundamente dormido. De pronto, logra vencer al ensueño y la ve sentada a sólo un par de centímetros. Como alcoholizado por su suave aroma, toma un mechón que caía sobre su frente y pensó en que siempre lo había visto pero nunca se había preguntado porque siempre caía. Lo acomoda suavemente y sin pensarlo mucho, besa sus helados labios con un beso limpio y torpe; muerde ligeramente su labio inferior y la abraza como si acabase de cruzar el infinito para hacerlo.
Ella:
Con aquel abrazo, despertó a sus demonios. Seguía helada hasta los huesos, a pesar de que el corazón le latiera tan rápido y sintiera como si la sangre le hirviera con cada boom interno. Se desplomó sobre sus piernas y rompió en llanto. Dejó que él acariciara el cabello largo que ya había olvidado tener. Escuchó un “te quiero”, pero no estaba segura de si lo había escuchado de verdad o era sólo producto de su imaginación. Volvió su rostro hacia él y lo miró, tan pálido y limpio. Comprendió al fin lo que estaba sucediendo.
Después de varios segundos ella por fin libera la voz que él había extrañado durante tanto tiempo.
-Al fin estás aquí. Creí que tardarías más.
-Lo intenté. Lo juro. Pero no pude más.
-Te extrañé.
-Estuve a punto volverme loco.
Ella soltó una lágrima más y lo besó.
De pronto, la única puerta en la habitación se abrió y se oyó un grito de horror. La mujer entró corriendo y se postró ante el cuerpo inerte, tendido sobre la cama.
-Pero, ¿qué es lo que has hecho, hijo?- gruñó la pesada mujer.
Entre sus manos encontró la foto de una sonriente joven. Le dio la vuelta y leyó la inscripción:
“14-11: Cumpleaños #27.
Ya sabes, cadáveres bonitos.
D.M.”
Su hijo tenía 27 años cuando lo enterraron y una rosa roja dentro de la botella de vino al lado de su cama cuando lo encontraron.



17.1.12

El Artista I. (She)

Quebrados, entre sus ojos, estaban los días que había jurado olvidar.
Hace mucho que no tocaban a su puerta los recuerdos que tanto daño y sufrimiento le habían causado. Como una ráfaga de viento helado, llegan todos, agolpándose y haciendo más difícil y doloroso su arribo.

Y lo peor de todo era que dichos recuerdos no eran feos; al contrario, eran los más hermosos que pudiera recordar. Ella era lo más hermoso que pudiera recordar.
Porque si fuesen feos, podría enterrarlos y superarlos; podría reprimirlos en la memoria y pretender que nunca existieron. Pero no, la belleza de su naturaleza era la que le daba poder; le daba el don de la inmortalidad en él.

Y lo hacía sufrir como un condenado cada vez que intentaba dormir. Su mirada traviesa volvía cada noche para recordarle la miseria en la que vivía sumido desde que ella se fue.
Y aunque ya estaba harto de su recuerdo, no sabía que más hacer para alejarla de su mente. La culpa de no haber retenido su mano aquella noche lo mataba un poco más cada día.

"Si tan solo le hubiese pedido que no se vaya.. Si tan solo se hubiese quedado a mi lado aún seguiría con vida" - piensa.

Sentado en el borde de su cama, muerto de calor, piensa que ojalá él hubiese muerto con ella. Porque en cierta forma ella también lo mató aquella noche. Porque ella arrastró no sólo su propio cuerpo, sino también el amor de él hasta las profundidades del mar en esa playa; y así se llevó consigo sus ganas de amar.

Así lo convirtió en un muerto viviente al que ya nadie quiere mirar.



9.1.12

She's calling.

Tú. Yo.
No.
Desplomada en el suelo.
No quiero hablar. Mírame y ya.
En cuanto tus pies dejen el suelo, yo ya no existiré.
Lo sé. Vamos. Otra vez es lo mismo.
Sólo volveré a callar. Al parecer soy buena en esto.
Me voy. Ya no preguntes.
Pronto se te olvida.
No es tan importante.
No soy tan importante.
Déjame.
Digo estar bien.
Voy a estar bien.

Vamos.
No es tan malo.
Escúchate.

No estoy sola pero quisiera estarlo.

No me escuches.
Sólo digo tonterías.

Go ahead.
She is waiting for you.
You will love her.
I love her.
Escúchala.

Aquí estaremos de nuevo.
Nada he de cambiar.
Estoy bien.
Si lo repito, tal vez me lo creo.

I will miss you.
That's all.